leyendo
Leyendo un libro, de soslayo(*).
Salomé Moltó
Mateo
estaba aburrido, su mujer iba cada verano a ver a su tía
Eulalia, bien hay que decir que gracias a ella el matrimonio
podía pasar unos días de vacaciones en la playa, la
tía era espléndida en sus planes y generosa a fin de
cuentas.
Mateo
no soportaba la cháchara que tía y sobrina
mantenían, ésta lo hacía por interés y por
eso aguantaba las viejas historias de familia que la tía no
cesaba de repetir, mientras, él daba un paseo por el
jardín. Ese día llovía y decidió echar una
miradita por la biblioteca, ¡qué curioso, estos libros son
viejísimos! Seguro que el tío los fue recogiendo poco a
poco, pues de verdad nos son
fáciles de encontrar, pensó
Mateo mientras examinaba la vieja estantería.
“El
apoyo mutuo” de Pedro Kropotkin, “Vida y muerte en la
URSS” de Valentín González (el Campesino), general
comunista en la guerra civil de España. “Leyendas
democráticas” de Michelet, “Tolstói” de
Romain Rolland, “Un capitán de quince años”
de Julio Verne. “El pacto germánico-soviético
1939-1941” de A. Rossi. “Consejo de guerra contra el
pueblo vasco 1936-1940” del cura
Anxo Ferreiro Currás. También
muchas más recientes obras del
escritor y poeta argentino Norberto Pannone,
del inolvidable vate R. Leiro y muchos otros que complementaban la
hermosa biblioteca.
¡Qué curioso, cuantos viejos libros junto a otros más recientes!, repetía Mateo.
Sí, lo es -repuso la tía parada en el quicio de la puerta.
¿Y no ha pensado en renovar la biblioteca?
Las
bibliotecas se renuevan sumando libros, pero nunca eliminando los
viejos. Esos libros son nuestra memoria viva, lo que nos recuerda
nuestro pasado, nuestra evolución que es permanente, aunque a
veces demos dos pasos para adelante uno hacia atrás, pero son
también el testimonio vivo que los seres
humanos deseamos, para que las
personas aprendan a mejorar su situación.
Esos
libros son el legado de muchos hombres y mujeres que dieron lo mejor de
sí mismos, incluso a veces la vida, porque nada cae del cielo,
sin más.
Mateo estaba emocionado y observaba detenidamente todo a su alrededor.
Me
alegra que la curiosidad te haya empujado a abrir una rendija al pasado
que nada tiene de despreciable, porque cuando haya pasado el fanatismo
del contacto con los móviles, los libros seguirán estando
ahí, esperando descubrir, a las nuevas generaciones, mejores
futuros comprobando cómo las anteriores supieron trazar caminos
y soluciones a su infinitos problemas.
(*)Relato extractado de su libro:"Cosas que quiero decir".